“Controlar hoy para definir mañana”: el pulso por Gaza que enciende alarmas en Europa y el mundo

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La noticia cayó como un ladrillo en un estanque ya turbulento: el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, avanzaría con un plan de ocupación militar de Gaza, comenzando por Ciudad de Gaza, en una operación por fases que, según sus propios dichos, no buscaría “gobernar” el territorio de forma indefinida sino asegurar un perímetro de seguridad y más tarde traspasar el control a un “gobierno civil” árabe aceptable para Israel. La frase se repitió en entrevistas y comunicados, pero fuera de Israel sonó a otra cosa: a control duradero con consecuencias humanitarias impredecibles. 

El gabinete de seguridad israelí terminó por aprobar el esquema para Gaza City, pese a advertencias internas sobre los riesgos que implicaría para los rehenes y el costo militar y político de una presencia extendida. La hoja de ruta filtrada habla de dos etapas: primero, el despliegue y “estabilización” de Ciudad de Gaza; después, el avance hacia núcleos de refugiados. La señal política es inequívoca: Israel no solo pretende impedir el retorno de Hamás al poder, sino condicionar el “día después”

Un anuncio con varios destinatarios

Netanyahu eligió entrevistas internacionales y mensajes a la audiencia doméstica para repetir un estribillo: “No queremos gobernar Gaza”. La aparente renuncia a una anexión formal choca con la arquitectura del plan: presencia militar intensiva, zonas de exclusión y una transición cuya duración nadie define. En Tel Aviv se presenta como una necesidad de seguridad (“derrotar al enemigo, liberar rehenes y garantizar que Gaza no vuelva a amenazar a Israel”), pero el subtexto es político: la guerra, prolongada, aplaza dilemas internos y mantiene cohesionada a una coalición con alas ultranacionalistas. 

En Europa, la recepción fue gélida. Editoriales y cables hablan de una ocupación de alto costo humanitario y de un riesgo jurídico creciente para Israel. El dato que más golpea: organismos y exfuncionarios advierten que una operación así empujaría a cientos de miles de palestinos a nuevos desplazamientos y tensionaría aún más el ya precario acceso a ayuda. La palabra “genocidio” –cargada, discutida, judicializada– sobrevuela análisis y declaraciones de algunos dirigentes europeos, elevando el precio diplomático para Jerusalén. 

Cómo lo leen los palestinos: ocupación, no “transición”

Del lado palestino, la narrativa es tajante: no hay “interinato” posible cuando las tropas controlan la vida cotidiana. Voces políticas y de la sociedad civil describen el plan como una intentona de control permanente, con reconfiguración del territorio y administración por terceros que no responderían a la voluntad local. Analistas citados por prensa europea remarcan que, sin un horizonte político creíble (elecciones, reconocimiento de derechos, garantías de retorno y reconstrucción), hablar de “gobierno civil” es eufemismo

Hamás, por su parte, amenazó con un “alto precio” si Israel avanza. Pero incluso críticos de Hamás –incluidos palestinos que lo rechazan– señalan que la ocupación militar sin salida negociada podría reproducir el ciclo de violencia. El punto neurálgico es el futuro de los rehenes: militares israelíes y familiares temen que una operación de gran escala reduzca las chances de acuerdo

El tablero israelí: seguridad, política y supervivencia

La oposición israelí también se mueve. Yair Lapid criticó el plan por sus costes estratégicos y su opacidad sobre la siguiente etapa. Las protestas en Israel –que vienen exigiendo un acuerdo por rehenes y elecciones anticipadas– suman este capítulo a un rosario de reclamos: ¿cuál es el objetivo final? ¿“Derrotar” a Hamás equivale a controlar indefinidamente un territorio hostil, devastado y bajo escrutinio mundial? 

Para Netanyahu, el dilema es doble. Internamente, ceder terreno o aceptar una mediación que incluya concesiones podría fracturar su coalición. Externamente, prolongar la campaña lo aísla de aliados clave. En ese cruce, el premier ha elegido, por ahora, estirar la cuerda: control inmediato, promesa de transferencia futura y rechazo a la administración directa. El problema: nadie compra, todavía, la promesa sin fechas ni mecanismos verificables

¿Una Gaza partida y vigilada?

Informes y análisis neerlandeses y belgas sugieren que una de las ideas en discusión sería segmentar Gaza en áreas con distintos regímenes de control, creando “ciudad-estado(s)” de facto, con zonas de seguridad y corredores bajo supervisión israelí. La logística luce endemoniada: reconstrucción inmensa, policía local “aceptable”, financiación árabe y una arquitectura internacional que hoy no existe. Sin un acuerdo político, el esquema corre el riesgo de convertirse en una ocupación sin horizonte

Europa mira (y se divide)

En los Países Bajos, Bélgica y Alemania, el debate público se endureció: derecho a la seguridad de Israel versus proporcionalidad y Derecho Internacional Humanitario. Coberturas de medios neerlandeses (AD, RTL, NU.nl) dan cuenta del giro maximalista de Netanyahu y del escepticismo de parte del estamento militar. Si bien simpatías y énfasis varían por redacción, la tendencia es clara: crecen las dudas sobre viabilidad militar y legalidad de una ocupación total.      

Lo que falta responder

  1. Rehenes: ¿hay una estrategia integrada que no sacrifique sus posibilidades de regreso? 2) Gobierno civil: ¿quién, cómo, con qué legitimidad y financiación? 3) Tiempo: toda ocupación tiende a alargarse; ¿qué hitos verificables marcarían la salida? 4) Reconstrucción: sin un mecanismo robusto y un alto al fuego estable, hablar de “día después” es papel mojado. 5) Derecho internacional: ¿cómo evitar que la ocupación prolongada escale la exposición jurídica de Israel y de sus socios?     

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